«O Captain my Captain
Our fearful trip is done;
The ship has weather´d every rack,
the prize we sought is won»
Walt Whitman
«multiplican sus ídolos
para correr en pos de ellos
yo no quiero verte
ni pronunciar sus nombres
con mis labios»
Eclesiástico 16:15
Se acabó el padecer para los navegantes,
ellos arrancan sus naves dejando tras de sí
los surcos perpetuos en su partida,
tentando dar sentido a sus días sin norte,
buscando la moneda debajo de las piedras
pero esos gusanos no tienen valor alguno.
Los lagartos del sol que más calienta se aferran a la costa,
no quieren desechar su herencia templada,
su innata y dulce situación.
Los navegantes no se detienen, no hay ancla ni noray,
las cenizas no calientan pero recuerdan que hubo candor,
y nunca estuvo tan oscuro
como justo antes de amanecer la tristeza de verse amenazado.
La felicidad es una farsa que sirve para domesticar
se repiten incesantes atrapados a la costa,
lo verdadero fluye habitando en un momento de lo falso
mientras que la temperatura de sus juicios
caldosa se vierte en un derramar continuado
de frialdad en sus actos, en los navegantes,
izando la condición de su destrucción
por sus manos propias de salitre y ásperas.
Si permitimos que su eterno verano nos haga sudar las sienes
y broncee nuestra miseria, se repiten incesantes,
nunca el invierno en nuestros valerosos actos podrá salvarse.
Rezuma el burro de la sacralidad
como rebuzna el muro del lamento
en la vorágine de lo moderno
y su maquillaje ridículo,
en altas pleitesías se deshace el alimento
ofrecido para presentarse masticado
delante de los que digieren,
en mal estado,
toda la constante y patraña vertida.
A lo lejos,
mientras abandonan atraque
galopando en corrientes,
la voz rasa de sus braseros
entona una canción…
«Una corriente me arrastra
y yo me dejo llevar
en el fondo me veréis
junto al limo divino
mamando en las ubres
salvajes por descifrar.
Mis brazos son inservibles
y mi pulso deriva sediento
en el fondo me veréis
junto al limo divino
mamando en las ubres
salvajes por descifrar.